EL RECORRIDO DEL MEMORIAL

lunes, 19 de septiembre de 2011

Asi transcurrio la IV EDICION

Decir; gracias a todos por venir.
Practicamente todos me habeis agradecido  la noche tan fantastica que pasamos y eso no lo hice yo, lo hicimos posible todos los que fuimos . Sobre todo los asistentes, que sin ellos esto no habria sido posible. Gracias, Miguel Angel, Jose G,Jose de Vega y la mujer y .. Ellos, aguantaron el sueño, para que  a nosotros, no nos faltara nada, durante el recorrido y al termino de este.
Gracias!!!


 Quintanilla de Onesimo, antes de la salida.
Gonzalo, Patricia, Carmen, Fernando, Quique, Victor, Neno, Juan, Miguel Angel, Pedro, Fernando, Alejandro, Formoso, Goyo, Susana, Juli, Maria Jesus, Nely, Belen, Iginio, Sergio,Nacho, Jose, Javi, Luis Angel,
Fotografos Jose de Vega y 
 El Henar, al finalizar la trotada.
CRÓNICA IV MEMORIAL ANGELINES VEIGA

Por Alejandro M. Garcia San José

Para quien no lo conozca, Pedro Mena es el famoso autor de las Menadas, es decir, unas aventuras en apariencia perfectas, bien controladas con mapas, gps, etc., pero que siempre terminan con alguna sorpresa en forma de dureza increíble o veinte kilómetros más. Este IV Memorial ya contaba con experiencias previas, pero este año ha conseguido dar el salto de calidad que le faltaba, es decir, que acudieran más de veinte personas dispuestas a iniciar una ruta con dos objetivos: los 15 o los 30 kilómetros.

Una hora antes, ya estaban allí los corredores, calentando, saludándose, preparándose. Los colaboradores (qué gran trabajo, por cierto) apuraban los minutos releyendo los mapas, dando instrucciones a los corredores, resolviendo dudas. Por fin, se acercó la hora clave y tras las fotos de rigor -con y sin frontal encendido- se escuchó el cohete que marcaba el inicio de esta gran aventura. 

No, no os asustéis. Pedrito no tiró cohetes, es que debemos aclarar que la carrera coincide con la romería que lleva a los vecinos de Quintanilla hasta el Henar y fueron estos vecinos los primeros en aplaudir a la panda de locos que empezaban a trotar armados con potentes frontales (no hablamos de Sergio, claro) y ropas de colores fosforescentes. 

Tras abandonar las calles de Quintanilla, se empieza a divisar la noche en toda su amplitud. El cielo está claro, hay una temperatura muy buena y comienzan las dificultades. Una primera subida monte arriba es suficiente para endurecer las piernas, para acelerar el corazón y para recordar que estamos ante una ruta trazada por el señor Mena (la cabra siempre tira al monte).


Esta subida hace que nos concentremos más, que empiece a cogerse un ritmo y pese a los tropiezos producidos por torrenteras, piñas y ramas secas, todo transcurre con normalidad. Los páramos son así. Si hubo una potente subida, ahora tocaba bajar y empezó la fiesta; bajada peligrosa, empinada, con piedras y arena, en la que hubo unos cuantos tropiezos, por suerte sin consecuencias. 

Aquí quien iba más justo de fondo empezaba ya a sentir cierto cansancio y una dureza en las piernas que pronto iba a ir recrudeciéndose. Volvíamos a subir hacia un páramo y aunque el camino era bueno, el ritmo también iba ascendiendo poco a poco. 


La subida conllevaba atravesar un terreno vallado donde las vacas habían dejado algún recuerdo sólido y muchos líquidos. Precaución y a seguir subiendo monte arriba hasta llegar al plano, en donde apenas hubo tiempo de recuperarse y empezar una gran bajada en dirección a una luz donde se fijaba el ecuador del Memorial, el kilómetro 15. 


Allí estaban las asistencias de carrera (otra vez, repito, de quitarse el sombrero). Gran bajada por un buen camino, pero la luz no estaba tan cerca y quedaba, de nuevo, otra subida por el mismo buen camino, pero bastante dura, lo justo para decidir por quienes ya veían en el 15 el final de la aventura. 





Casi 1 hora y cincuenta después de la salida llegábamos al punto intermedio, donde nos recibió un gran espectáculo en forma de monasterio en ruinas -La Armedilla- y una mesa llena de líquidos y sólidos, como la sandía, que tanta vida dio a los que iban algo fatigados.
El que aquí escribe, se paró en este punto junto a otros corredores. Llegaba el momento de recoger todo y subir hasta el siguiente punto de paso y avituallamiento, el cementerio de Torrescárcela. Justo allí nos avisaron de dos nuevos abandonos y uno de los coches se acercó a Cogeces del Monte a por ellos. Se preparó todo el avituallamiento y los corredores llegaron a este punto desde donde ya podía adivinarse el fin de la ruta. Quedaban los más fuertes y eso se notó en el ritmo con que volvieron a arrancar. 









Había habido una baja, pero gracias a las asistencias que iban en bici, Susana cambió con Gonzalo el correr por ir en bici. Aquí hubo un pequeño problema de orientación y nuestros ciclistas llegaron mucho después que los corredores, con el consiguiente susto ante tal tardanza, hasta que se pusieron en contacto vía móvil y ya los vimos llegar, muy agotados, pero felices de terminar la gran ruta. Estos riosecanos son la repera y no se les pone nada por delante. 










Decir que en el tramo final hubo un par de caídas, una de carácter algo más preocupante que la otra, pero que finalmente se quedó en una anécdota dolorosa.
Como conclusión (nos olvidamos por supuesto de tiempos, ya que es lo de menos en este tipo de aventuras) ha sido una carrera dura, exigente, pero también muy diferente a otras que uno había corrido antes. La hora, el silencio de la noche, el homenaje de Pedro a la persona que lleva el nombre de este Memorial, las circunstancias personales de cada uno, el buen rollo y ese monumental almuerzo del final, donde no faltó de nada, hacen de esta carrera una de las más raras y espectaculares que yo he visto, muy próxima a los raids, a las carreras de montaña y a las aventuras que Pedrito va dibujando a lo largo del año, con ese afán de touroperador que tiene.